¿Qué se nos viene tras la pandemia?
Sergio Lehmann Economista jefe Banco Bci
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Sergio Lehmann
Un gran tsunami provoca gigantescos daños, pero sólo al retirarse la ola se reconoce su real dimensión. La pandemia que hoy nos golpea con una fuerza desconocida aún no deja ver del todo el impacto provocado. Con el levantamiento gradual de las restricciones sanitarias, todo parece indicar que el agua comienza a retirarse, pero aún no sabemos con precisión qué tan agudo es el daño social y económico sufrido.
Todo apunta a que, tras una profunda caída en la actividad, el próximo año veremos un repunte parcial. La demanda interna exhibirá un crecimiento más bien débil, de la mano de un consumo que se recuperará lentamente, dando cuenta de un fuerte deterioro en el empleo. La inversión privada, en tanto, mostrará una recuperación acotada, debido a un repunte moderado en la confianza, recogiendo la alta incertidumbre y la polarización que peligrosamente se ha hecho notar en nuestro país.
La trayectoria que se preveía en enero pasado para la actividad de los próximos años (esto es, antes de la pandemia), versus la que se anticipa ahora, nos lleva a estimar, mirando la diferencia entre uno y otro escenario, un costo asociado a la crisis por Covid-19 de aproximadamente US$ 60 mil millones. Se trata de un monto equivalente a casi 25% del PIB, lo que revela la profundidad del impacto económico de la pandemia. Ello conlleva un elevado costo social, marcado por el deterioro en el empleo y una mayor pobreza. Esta cifra, afortunadamente, no está escrita de forma definitiva. Se podría atenuar si nos abocamos a recuperar con mayor fuerza el crecimiento de la economía, aplicando ajustes que permitan elevar la productividad, mejorar el empleo e impulsar la inversión.
El Gobierno ha anunciado con ese propósito un ambicioso plan de inversión pública, que tiene la virtud de mejorar la infraestructura del país, al tiempo que es intensivo en el uso de mano de obra. Ello podría generar un círculo virtuoso, que llevaría a un mayor consumo por su efecto en el empleo. El gran desafío en esta materia tiene que ver con la capacidad de ejecución del Estado. El gasto comprometido casi duplica los esfuerzos de inversión anuales del Fisco, por lo que exige simplificar la burocracia y hacer fluidos los procesos, algo que desde hace tiempo reconoce debilidades en el engranaje público.
Ello, sin embargo, está lejos de ser suficiente. Es clave también que despierte la inversión privada, que representa en torno a 75% de la inversión total. Ello exige señales de confianza y menor incertidumbre. Con ese propósito, más allá del plebiscito constitucional que se acerca raudamente, es fundamental recuperar los consensos, aislar posiciones radicales y construir juntos, apartados del populismo y los cálculos miopes, bases sólidas para la economía.
Mirando hacia el largo plazo, en tanto, con el propósito de recuperar la capacidad de crecimiento, menguada por el estallido social y la crisis sanitaria, es necesario reponer la educación como eje de las políticas sociales. Este año, producto de las dificultades para la enseñanza por las restricciones sanitarias, veremos un evidente deterioro. Bien sabemos además que la calidad de la educación en Chile muestra rezagos importantes. Debemos volver a poner un acento bien marcado en la etapa formativa preescolar, al tiempo que se fortalezca la capacidad de los jóvenes para adaptarse a un escenario que precisa de un muy buen manejo de herramientas tecnológicas, situación que por lo demás la pandemia ha hecho patente, así como la creatividad, fuente esencial para la innovación.